El tema de conservar en buen estado los elementos que protegen nuestro inmueble es más importante de lo que parece. Lamentablemente solamente nos damos cuenta en invierno, cuando detectamos alguna gotera en nuestra vivienda y resulta que no encontramos el día para repararla, por culpa del mal tiempo.
Y entonces pensamos que quizás el verano habría sido un buen momento para revisar el estado del tejado; comprobar si había tejas desplazadas, si teníamos algún canalón obstruido, o algún elemento impermeabilizante se había levantado.
Si tienes la fortuna de vivir bajo una azotea transitable, te habrás dado cuenta de la importancia de impermeabilizar terraza. En efecto, basta un mínimo resquicio, un pequeño levantamiento de baldosa o una minúscula junta mal sellada en el pavimento para que el agua penetre por ahí en las primeras lluvias, y empiece su acción seguida de desgaste y pudrición del material.
La importancia de tener impermeabilizada una cubierta, sea azotea, terraza o tejado inclinado, radica en que los elementos que quedan por debajo de esa protección no son estancos al agua. El hormigón de las vigas es un material permeable, y el agua es capaz de irlo horadando y atravesando con el paso del tiempo.
El peligro no reside solamente en que llegue a atravesar el techo y empiece a gotear sobre tu cabeza. El mayor peligro consiste en que esa agua alcanzará la armadura metálica (verdadero esqueleto del edificio) de las vigas y los pilares. Y los elementos metálicos reaccionan muy mal ante el oxígeno del agua; se oxidan, aparecen los abombamientos producidos por la corrosión, y el elemento pierde resistencia. Y si estamos hablando de elementos que soportan miles de toneladas, como el peso de un edificio, entonces es fácil de entender el riesgo que supone esto.
El agua es uno de los peores enemigos de un edificio. Acelera su envejecimiento y disgrega los materiales, más que la acción del viento o que el paso del tiempo. Así que una de las tareas vitales a realizar al inicio de la temporada invernal es acceder a la cubierta e inspeccionar todos los elementos que la componen: la fijación de las tejas, el aislamiento térmico, y el impermeabilizante que no presente roturas por dilataciones del calor o picaduras de pájaros. Porque ahí es donde luego empiezan los grandes problemas de humedades en casa.
Las terrazas son la parte más débil de una edificación. Están expuestas a la intemperie directamente las veinticuatro horas del día. Por eso es sumamente importante comprobar, regularmente, el buen funcionamiento y las sujeciones del conjunto de materiales que la forman.